Los malos olores de origen industrial suponen, desde hace años, todo un desafío para el que la propia industria no ha parado de buscar soluciones. Y de encontrarlas, precisamente, en unos equipamientos de desodorización cada vez más avanzados y perfeccionados. Las aplicaciones de los termoplásticos como el polipropileno (PP) o el polietileno (PE) en desodorizaciones son amplias y conllevan muchas ventajas, como veremos a continuación.

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El tratamiento de aguas con este tipo de dispositivos se aplica a estaciones de tratamiento de agua potable (ETAP), estaciones de bombeo de aguas residuales (EBAR) y estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR). También en el caso de industrias dedicadas al amplio abanico de la alimentación, a la industria farmacéutica, a la química, a la que gestiona subproductos de origen animal o a la de pinturas y disolventes.

Una desodorización idónea se realiza teniendo en cuenta la naturaleza del olor, su volumen y las características del aire en el que se propaga, así como el diseño de captaciones, el entorno físico del foco de emisión y tanto las condiciones de generación de los productos de esa industria como la gestión que se hace de ellos.

TIPOS DE DESODORIZACIONES

Por filtros de carbón activo

La elección del tipo de carbón activo más indicado viene dada por el tipo de producto que se quiere absorber y de la fase en la que esté en cada momento. Los filtros se diseñan para filtrar líquidos mediante el principio de la absorción de la materia orgánica. En el caso de tratarse de agua, de ella es de donde proceden el olor, el color o el sabor que se detecta.

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También son indicados para retener alcalinidad, acidez e hidrocarburos. Es común el empleo de carbones impregnados, que tienen sus características adsorbentes aumentadas. A veces se coloca un prefiltro que impide que la entrada de gases traiga partículas de polvo que pueden taponar el granulado del carbón. Este tipo de torres se fabrican en materiales termoplásticos como el PE o el PP y, en ocasiones, el exterior se construye en fibra de vidrio para proveer gran resistencia.

Por lavadores vía química

Es el más idóneo cuando el olor procede de distintos gases o materiales, que por lo tanto necesitan procesos diferentes. Los óxidos de azufre (SOx) y los óxidos de nitrógeno (NOx), así como el dióxido de carbono, el sulfuro de hidrógeno, son los que más comúnmente se ‘lavan’ en este tipo de dispositivos.

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Su fabricación suele ser en PP, ya que resiste  la corrosión y al efecto de productos químicos. Además, aguanta altas temperaturas, presenta una larga vida útil y no requiere mantenimiento.

Biofiltros

Su uso se fundamenta en la degradación biológica, sobre todo en la mezcla de compuestos y, en especial, cuando las concentraciones no son muy elevadas. El principio básico es el paso de la corriente de aire contaminado a través de un lecho filtrante. En éste, microorganismos especializados convierten los contaminantes en biomasa, dióxido de carbono (CO2) y óxido de hidrógeno (H2O). Es la solución más ecológica y tiene un coste de instalación moderado.

Su fabricación en materiales termoplásticos le permite aceptar grandes caudales con costes operativos bajos y sin precisar un mantenimiento específico.

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Una variante muy interesantes son las bases autoportantes para lechos filtrantes de biomasa. Consiste en conjunto de cajones fabricados en PP, que se sitúan sobre el suelo del recipiente que actuará como biofiltro. Las ventajas que el PP aporta al proceso es que es un material que soporta la corrosión y que es muy resistente, además de una ligereza que permite una rápida instalación.